Los Howell



No parece lógico pretender que el buen tiempo dure para siempre, y mucho menos en los dominios de la reina, hogar de la lluvia y la tempestad. Una temeridad es pensar que el verano inglés se equipare a sus colegas mediterráneos, tan fiesteros y cálidos. El inglés es un reflejo de un caballero de esos serios, sobrio, dado a pocas alegrías y tan amargo como un té sin el placer del limón o la leche con azúcar.

Jeremiah se preguntó si tal caballero habría visitado alguna dama para estar tan jubiloso el día anterior, antes de volver a su rutina de lluvia, frío y viento. Desde luego, Evan le debía una, y muy gorda, porque hacerle dar vueltas en torno al pequeño pueblo en vez de instalarse bajo un árbol con buena lectura y quizás una o dos manzanas; malgastando el que probablemente fuera el único día soleado del verano, era merecedor de la pena máxima. Al menos el muy condenado lo sabía perfectamente, aunque no tuvieran la misma idea de lo que era "una y muy gorda".

- Es mi deber como buen amigo, Jeremiah- éste negó de nuevo con la cabeza, perdiendo ya la media sonrisa que el primero intento había suscitado. Empezaba a ver que su amigo creía de verás que era una buena idea.- Anoche no bailaste con ninguna. Que a las Fairfax las ignores, ¡a las seis!, pues todavía podría esperármelo, conociendo tu opinión de ellas; pero practicamente huías de sus progenitoras. Y no me engaño, sé que no eres de ésos que no aprecian el bello sexo - llegado a este punto, el rubio personaje apuntó con un dedo acusador a su interlocutor, como demandando una rápida respuesta que no llegaba, antes de lanzar su pregunta final- ¿A tí que te pasa?

Jeremiah bufó divertido y se sirvió una segunda taza de té con su media sonrisa de vuelta en la boca.
- Por lo pronto me rugen las tripas. En un segundo plano me pregunto si será factible organizar una caza del zorro para éste sábado. Y esta camisa tiene el cuello bastante áspero - contestó de forma calmada mientras removía el líquido para mezclarlo con el limón antes de probarlo tentativamente.
Desesperado, Evan aprovechó que ninguna dama o criado estaba presente para presenciar su comportamiento y se tiró frustrado sobre un canapé francés.
- Eres imposible - le gritó con la cabeza enterrada en un cojín, la tela amortiguando el sonido.

Su amigo se bebió tranquilamente el té, complacido, pensando que había logrado apartar la cabeza de Howell de su peregrina idea para "curarle" la soledad. Estaba seguro, es más, sabía perfectamente que para otros hombres era práctica normal, él mismo había ido una o dos veces en una edad más temprana, y en teoría, si no acababas con un desagradable ardor, se suponía hasta sano. Sacudiendo la cabeza, Jeremiah se dio cuenta de que parecía que hablaba de probar la infame comida hindú de la que tanto se hablaba, sin pensar que más intragables solían ser muchos platos ingleses.

Por suerte la comida de aquel día no representaba esa clase de cocina, gracias a la excelente cocinera que los Howell mantenían. A la mesa se sentaba el hermano mayor de Evan, Steffan, y su encantadora esposa Marielle. A pesar de llevar unos cuatro años casados y viviendo en la mansión Howell, a la que Jeremiah iba casi a diario, todavía no había oído a Marielle pronnuciar más de dos frases seguidas, debido a su extrema timidez. Para casi toda la comarca era un misterio como una joven tan tímida y un hombre tan callado y serio como Steffan habían llegado siquiera a darse los buenos días.

Tomaron la sopa en silencio, salvo uno o dos comentarios y asentimientos sobre la calidad de ésta, y lo mismo sucedió con el asado que la acompañaba, hasta que Evan se sació y comenzó a conversar sobre varios temas, desde cotilleos a los últimos descubrimientos de la ciencia londinense. Muchas veces, mientras contestaba a su amigo durante la comida, Jeremiah se preguntaba si Evan se dedicaba a hablar solo cuando no estaba él para llevar la conversación, o si era su presencia lo que inhibía a los otros dos silenciosos comensales.

Lo que estaba claro es que el hijo pequeño de ambos, de nombre Geralt por el abuelo de Marielle, no había salido a sus padres. El niño aún no había comenzado a hablar, pero si sus balbuceos eran algún indicativo, desde luego iba a parecerse a su tío en facilidad de palabra. A Jeremiah le gustaban los Howell, sin duda alguna. Se llevaba algunos años con el mayor, pero muchas veces podían entenderse con una mirada cuando Evan llevaba a cabo algo particularmente irritante para ambos, como cuando los arrastró a Londres en una alocada excursión sólo de hombres.

En esas reflexiones estaba sumido cuando acabaron la opípara comida y se trasladaron a la salita a descansar, mirando por los ventanales cómo la lluvia caía sin prisa sobre el verde jardín de la entrada.
- He oído que se planea una caza del zorro para este fin de semana, Ostenfield - comentó Steffan mientras Marielle ordenaba a los criados que prepararan té para todos los presentes y sacaran algunas galletitas para acompañarlo.

Jeremiah asintió levemente con la cabeza, pero no había abierto la boca para contestar cuando Evan se entrometió en la conversación.
- Lo siento querido hermano, pero he de requisar a Ostenfield este fin de semana por su propio bien- ante la inquisitiva mirada de su hermano mayor, el menor soltó una leve carcajada y sonrió de tal forma que a sus interlocutores les bajó un escalofrío por la columna vertebral - Es una sorpresa~

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